Pasar al contenido principal

QUINTO DOMINGO DE PASCUA – DÍA DEL MAESTRO - CICLO C (MAYO 15 DE 2022)

MONICIÓN DE ENTRADA

Muy buenos días (tardes, noches) hermanos. Sean bienvenidos a esta Santa Eucaristía, en el V Domingo de Pascua.

Hemos vivido ya cuatro semanas de Pascua y hemos inaugurado la quinta. Las lecturas bíblicas nos van ayudando a entrar cada vez con mayor conocimiento en lo que significa la vida nueva del Resucitado y las consecuencias que tiene para la comunidad cristiana.

Agradecidos con Dios por lo que hace en nosotros, y lo que otros como nuestros maestros Y educadores hicieron hacen y harán por nuestras comunidades confiadas en las aulas de las instituciones educativas.

Comenzamos la celebración de nuestra Santa Misa cantando con alegría…

 

MONICIÓN ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS

Las lecturas de hoy son una invitación a entrar en la novedad cristiana. La primera lectura presenta una nueva comunidad en la que se comparte la fe y el fruto de la tarea misionera. El pasaje del Apocalipsis recuerda la tierra nueva y los cielos nuevos que nos aguardan. La lectura del evangelio de Juan pone ante nuestros ojos el mandamiento siempre nuevo para un seguidor de Jesucristo: el amor. Escuchemos atentos.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (14,21b-27):

En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

 

Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

 

Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey.
 

SEGUNDA LECTURA

Lectura del libro del Apocalipsis (21,1-5a):

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.»

Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35):

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Palabra del Señor.

 

HOMILÍA

1. En la segunda lectura hemos escuchado la hermosa visión de san Juan: un cielo nuevo y una tierra nueva y después la Ciudad Santa que desciende de Dios. Todo es nuevo, transformado en bien, en belleza, en verdad; no hay ya lamento, luto… Ésta es la acción del Espíritu Santo: nos trae la novedad de Dios; viene a nosotros y hace nuevas todas las cosas, nos cambia. ¡El Espíritu nos cambia! Y la visión de san Juan nos recuerda que estamos todos en camino hacia la Jerusalén del cielo, la novedad definitiva para nosotros, y para toda la realidad, el día feliz en el que podremos ver el rostro del Señor, ese rostro maravilloso, tan bello del Señor Jesús. Podremos estar con Él para siempre, en su amor.

Veis, la novedad de Dios no se asemeja a las novedades mundanas, que son todas provisionales, pasan y siempre se busca algo más. La novedad que Dios ofrece a nuestra vida es definitiva, y no sólo en el futuro, cuando estaremos con Él, sino también ahora: Dios está haciendo todo nuevo, el Espíritu Santo nos transforma verdaderamente y quiere transformar, contando con nosotros, el mundo en que vivimos. Abramos la puerta al Espíritu, dejemos que Él nos guíe, dejemos que la acción continua de Dios nos haga hombres y mujeres nuevos, animados por el amor de Dios, que el Espíritu Santo nos concede. Qué hermoso si cada noche, pudiésemos decir: hoy en la escuela, en casa, en el trabajo, guiado por Dios, he realizado un gesto de amor hacia un compañero, mis padres, un anciano. ¡Qué hermoso!

2. Un segundo pensamiento: en la primera lectura Pablo y Bernabé afirman que «hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios» (Hch 14,22). El camino de la Iglesia, también nuestro camino cristiano personal, no es siempre fácil, encontramos dificultades, tribulación. Seguir al Señor, dejar que su Espíritu transforme nuestras zonas de sombra, nuestros comportamientos que no son según Dios, y lave nuestros pecados, es un camino que encuentra muchos obstáculos, fuera de nosotros, en el mundo, y también dentro de nosotros, en el corazón. Pero las dificultades, las tribulaciones, forman parte del camino para llegar a la gloria de Dios, como para Jesús, que ha sido glorificado en la Cruz; las encontraremos siempre en la vida. No desanimarse. Tenemos la fuerza del Espíritu Santo para vencer estas tribulaciones.

3. Y así llego al último punto. Es una invitación que dirijo a los que se van a confirmar y a todos: permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y Él nos da esta fuerza. No habrá dificultades, tribulaciones, incomprensiones que nos hagan temer si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le abrimos cada vez más nuestra vida. Esto también y sobre todo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios fortalece nuestra debilidad, enriquece nuestra pobreza, convierte y perdona nuestro pecado. ¡Es tan misericordioso el Señor! Si acudimos a Él, siempre nos perdona. Confiemos en la acción de Dios. Con Él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales.

Novedad de Dios, tribulaciones en la vida, firmes en el Señor. Queridos amigos, abramos de par en par la puerta de nuestra vida a la novedad de Dios que nos concede el Espíritu Santo, para que nos transforme, nos fortalezca en la tribulación, refuerce nuestra unión con el Señor, nuestro permanecer firmes en Él: ésta es una alegría auténtica. Que así sea.

 

ORACIÓN UNIVERSAL

Invoquemos a Cristo, camino, verdad y vida, y, como pueblo sacerdotal, pidámosle por las necesidades de todo el mundo.

RESPONDEMOS TODOS: DIOS MISERICORDIOSO, ESCÚCHANOS

  1. Por nuestra la Iglesia, para que continúe practicando la caridad con los más necesitados. Roguemos al Señor.
  2. Por los misioneros, para que no sientan temor de predicar públicamente el nombre de Jesús. Roguemos al Señor.
  3. Por los que abandonaron la Iglesia, para que experimenten el amor de Cristo y de sus hermanos y regresen al redil. Roguemos al Señor.
  4. Por el amor, la comprensión, el diálogo y la caridad entre los jóvenes y los adultos, entre maestros y alumnos, para que nos amemos todos como quiere Dios. Roguemos al Señor.
  5. Por nuestra diócesis, para que surjan las vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Roguemos al Señor.
  6. Por todos nosotros aquí reunidos alrededor del altar y en el amor de Cristo, para que crezcamos en su amor, especialmente en nuestros hogares. Roguemos al Señor.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Señor Jesús, que al despedirte de tus discípulos dijiste:

“Ámense como yo los he amado; así los reconocerán como de los míos” ,

perdona nuestra falta de seriedad. Te dejamos mal muchas veces,

porque no nos amamos unos a otros como tú mandaste en la cena.

Después de tantos años de cristianismo todavía no hemos aprendido

la lección. Suspenso anual durante siglos y siglos.

Cambia, Señor, nuestro corazón de piedra por otro de carne.

Transvasa tu Espíritu de amor a nuestro interior anquilosado.

Y cuando hayamos desterrado por completo de nuestro estilo

el egoísmo, la soberbia, el desdén, la frialdad y la revancha,

entonces los demás nos reconocerán como tus discípulos.

Amén.