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FIESTA DE LA ASCENSION DEL SEÑOR - CICLO C (MAYO 29 DE 2022)

MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos sean todos ustedes, hermanos y amigos. Les deseamos paz y alegría de parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La Iglesia Católica celebra este Domingo la solemnidad de la Ascensión del Señor, el retorno de Jesús al Padre. Antes de ascender Jesús vuelve a prometer que enviará su Espíritu Santo. Después, bendice a sus discípulos y sube a la gloria del Padre iniciando su ministerio de intercesor. A partir de entonces los discípulos ya no verán a Jesús… pero los demás deben ver a Jesús en ellos y a través de ellos. A partir de la Ascensión, ésa es nuestra misión: ser transparencia de Cristo, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar.

Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora en medio de nosotros, pongámonos de pie y celebremos con gozo nuestra acción de gracias.

 

MONICIÓN ÚNICA PARA TODAS LAS LECTURAS

La primera lectura y el evangelio ofrecen la versión de la Ascensión del Señor según los escritos de San Lucas. Por eso aclamaremos con el salmista que Dios Asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas. El pasaje de la carta a los Efesios confiesa la soberanía universal de Cristo y pide para los cristianos luz y sabiduría, de modo que se nos “permita conocerlo plenamente”. Para conocerlo, escuchemos con mucha atención.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (1,1-11)

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»

Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»

Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista.

Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

 

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
 

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,17-23)

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Conclusión del santo evangelio según san Lucas (24,46-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Palabra del Señor.

 

HOMILÍA

Desde hace algunos años la tradicional solemnidad de la Ascensión, uno de los tres jueves clásicos que brillaban más que el sol, se celebra en este séptimo domingo de pascua por exigencias de ajuste del calendario litúrgico con el civil.

La Ascensión es un misterio de plenitud, pues culmina el misterio pascual. Hoy actualizamos y celebramos en la fe el estado glorioso de Jesús de Nazaret, sentado a la derecha del Padre en el cielo.

Celebrar la Ascensión del Señor no es quedarse estáticos contemplando el azul celeste o mirando las estrellas. No es vivir con los brazos cruzados pensando en la estratosfera y soñando evasiones fuera de la realidad. No es suspirar por un cielo nuevo y una tierra nueva, creyendo que en este mundo vivimos en una ausencia que engendra tristeza.

Todos necesitamos ascender, subir y superar nuestros niveles bajos de atonía humana y espiritual. Necesitamos perspectivas de altura para ver todo con más verdad y justa proporción. Es urgente ascender en la fe, en la esperanza y en el amor. Paradójicamente, ascendemos mejor cuando descendemos más, somos ciudadanos del cielo cuando en la tierra caminamos comprometidos en las exigencias del Evangelio. Cristo ha ascendido a los cielos porque antes descendió, obediente a la voluntad del Padre, hasta la verdad del desprecio, de la condena y de la muerte.

La Ascensión es sobre todo un envío y un compromiso en la Iglesia. Con realismo cristiano hay que vivir en el mundo transcendiendo todo, bautizando siempre, predicando el Evangelio en cualquier circunstancia, bendiciendo a todos y dando testimonio de cuanto hemos visto en la fe. Si levantamos los ojos para ver a Cristo que asciende, es para saber mirar a los hombres y reconocerlos como hermanos, y a la vez acrecentar nuestro deseo del cielo.

Por eso, oramos con el Prefacio de esta solemnidad: «Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado, de la muerte, ha ascendido ante el asombro de los ángeles a lo más alto del cielo, como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos. No se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino».

Estamos llegando al final de la Pascua: el tiempo que se abrió con una octava, del primer al segundo domingo de Pascua, se cierra con otra, la que va desde la Ascensión hasta Pentecostés. El relato histórico de la Ascensión del Señor que hoy se proclama en la primera lectura quiere, dice san Lucas, conectar su evangelio, la historia de Jesús, con este relato de Hechos, la historia del Espíritu Santo en su acción sobre la primera Iglesia. En él encontramos a Jesús dando instrucciones precisas a los suyos.

Esas instrucciones hacen referencia a la ciudad de Jerusalén, pues allí debían aún permanecer en oración, y al don del Espíritu Santo, enviado sobre ellos en Pentecostés para comenzar la misión.

Así, el Espíritu será el que tome el relevo como guía de los Apóstoles del Señor, que permanecerá con ellos por la presencia del Paráclito. Lucas describe, entonces, la Ascensión misma, no de una forma triunfalista, sino anunciando, por medio de los ángeles, que el que se marchó volverá de nuevo en gloria y majestad. Los que quedan son testigos de esto, y tendrán que anunciar lo vivido junto al Señor. La ascensión, así, se vincula al misterio pascual de Cristo (muerte, resurrección y ascensión).

Ahora el Señor se sienta a la derecha del Padre, y desde allí ejerce su ministerio sacerdotal en bien de los hombres, porque, ¿qué supone la ascensión del Señor al cielo? No sube un fantasma, alguien misterioso: los apóstoles reconocen perfectamente en Él a Cristo, su Maestro, el Verbo encarnado. Ahora, en el cielo, en el seno de la Santa Trinidad, se encuentra, en su casa, una humanidad como la nuestra. Es el Verbo de Dios encarnado. El que bajó en la humildad de la carne, asciende glorificado al cielo: ¿un hombre en Dios? ¿Para siempre? Por eso dice san Pablo que necesitamos ser iluminados por Dios «para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros». Si nuestra cabeza está en el cielo, nosotros, su cuerpo, un día estaremos allí con Él. Esa es nuestra esperanza, nuestra herencia, que Cristo nos comunica.

Porque Cristo ha establecido una comunicación eterna: El hombre está en el cielo, el Espíritu Santo viene a los hombres, y esa comunicación nos salva. Lo humano en el cielo, lo divino en la tierra… curiosamente, ahora podemos acercarnos aún más al misterio de la Navidad, comprenderlo algo mejor: esto es lo que buscaba Dios. ¡Qué infinita sabiduría la suya! ¡Qué gran misterio de amor! Hasta dónde baja el Hijo de Dios para llevarnos a su casa. Hoy es, sin duda, el día de las comunicaciones celestes, pero sobre todo el de aquella que se da cada día en la liturgia, en la que, por medio de Cristo en el cielo recibimos la gracia en la tierra. ¿Asistimos a la liturgia como a ese gran misterio de la comunicación de Dios? En la liturgia de la Iglesia continúa la acción de Dios, conmemoramos su Ascensión al cielo como el momento de la «creación» de un puente, por el que Dios da su gracia a los hombres, y estos subimos hasta Dios.

Así, el Espíritu que santificó a los apóstoles para que anunciaran el evangelio por el mundo, el que permite reconocer la presencia misteriosa de Cristo en los sacramentos, se nos da a nosotros hoy para que también salgamos a proclamar su evangelio hasta que venga glorioso desde el cielo.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hoy, Cristo Jesús ha entrado en el cielo, donde intercede a favor nuestro. Confiémosle, pues, nuestra oración por la salvación de todos nuestros hermanos:

  1. Por la Iglesia, Cuerpo de Cristo: para que el Espíritu de sabiduría le mantenga en el gozo de llegar al Cielo donde está ya su Cabeza, roguemos al Señor.
  2. Por los que tienen el gobierno de las naciones: para que Dios le conceda ejercerlo con justicia y espíritu de servicio, roguemos al Señor.
  3. Por los que dudan de su fe: para que el Espíritu Santo les dé la esperanza de la vida eterna en la Jerusalén del cielo donde eternamente alaban a Cristo, roguemos al Señor.
  4. Por nuestra comunidad que reúne una misma esperanza: para que nuestra vida testimonie a todos los hombres nuestros hermanos la resurrección del Señor y la esperanza de salvación de la fe cristiana, roguemos al Señor.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Oh Dios cuyo Hijo Jesucristo el Señor, rey de la gloria, dando cumplimiento a los oráculos proféticos ha vuelto al trono paterno, alzando los dinteles de las puertas eternales, de forma que, mientras su divinidad vuelve al lugar de donde nunca se apartó, se abra al género humano la entrada de los cielos; concede que pongamos nuestros anhelos en donde nos ha precedido Aquel que es nuestra redención. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.