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QUINTO DOMINGO DE CUARESMA – CICLO A (MARZO 26 DE 2023)

MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos hermanos, estamos a dos semanas de la Pascua. El domingo próximo ya será Domingo de Ramos, la puerta de la Semana Santa. Sean todos bienvenidos a la celebración de esta misa.

Muy cercanos a la Semana Santa, en que celebraremos la muerte y el triunfo de la vida en la Pasión y Resurrección de Jesús, nos encontramos hoy con unos textos litúrgicos que nos hablan de la vida del Resucitado y de nuestra fe en esa vida. Nosotros tenemos una vida recibida. Jesús es Él mismo la Vida y la da a los que creen en él.

Dispongámonos para celebrar bien esta santa misa, para que nuestra participación en ella nos permita prepararnos para participar de la Pascua definitiva con Cristo Jesús. Comencemos con el canto de entrada, de pie, y cantemos todos.

 

MONICIÓN PARA TODAS LAS LECTURAS

En la liturgia de hoy, el profeta Ezequiel se hace portavoz de un Dios que saca a su pueblo de la tumba y le infunde su Espíritu para que viva. En el evangelio de Juan es el mismo Jesús quien asume esa tarea al librar a su amigo Lázaro de las ataduras de la muerte.  Y en esa misma línea, Pablo nos recuerda que, si vivimos según el Espíritu de Cristo, Dios nos hará participar en su mismo destino de resurrección.

Escuchemos con mucha atención.

 

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor:

«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel.

Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor.

Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago».

Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. 

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
así infundes respeto.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-11

Hermanos:

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Palabra de Dios

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.

Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo:

«Señor, tu amigo está enfermo».

Jesús, al oírlo, dijo:

«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.

Sólo entonces dice a sus discípulos:

«Vamos otra vez a Judea».

Los discípulos le replican:

«Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?».

Jesús contestó:

«¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz».

Dicho esto, añadió:

«Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo».

Entonces le dijeron sus discípulos:

«Señor, si duerme, se salvará».

Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.

Entonces Jesús les replicó claramente:

«Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa».

Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:

«Vamos también nosotros y muramos con él».

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

«Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dice:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:

«El Maestro está ahí y te llama».

Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María a donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:

«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó:

«¿Donde lo habéis enterrado?».

Le contestaron:

«Señor, ven a verlo».

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

«¡Cómo lo quería!».

Pero algunos dijeron:

«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?».

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús:

«Quitad la losa».

Marta, la hermana del muerto, le dice:

«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».

Jesús le dice:

«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:

«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».

Y dicho esto, gritó con voz potente:

«Lázaro, ven afuera».

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

«Desatadlo y dejadlo andar».

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.

 

HOMILIA

Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis

Los principales del pueblo judío han sido deportados a Babilonia. Sufriendo el desprecio de sus opresores, se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres. En esta situación el profeta Ezequiel trae la parábola de los huesos secos y amontonados porque no tienen vida. Y desde la experiencia de Dios anuncia que en esos huesos secos se infundirá el Espíritu de vida y se reanimarán.

Si bien el profeta se refiere a la liberación de las vejaciones que están sufriendo en Babilonia os judíos deportados, esa parábola de algún modo anuncia ya la esperanza en la liberación final de toda la humanidad gracias al Espíritu de vida cuya voz y fuerza está presente y actúa en la evolución de la historia  con tantos cementerios de huesos secos.  Es importante actualizar hoy la presencia y actividad del Espíritu cuando persiste a ideología del imperialismo  que impone la ley del más fuerte; cuando la insaciable codicia  de unos  siembra miseria y muerte para lo más desvalidos; cuando muchos se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres.

Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales

Segunda lectura. San Pablo en su carta a los cristianos de Roma indica bien la alternativa de fondo a la hora de caminar hacia una sociedad de vida y de  liberación  para todos: vivir según la carne cuyo resultado es la muerte, y vivir  según el espíritu cuya tendencia es la vida. Con frecuencia identificamos esas dos tendencias con el binomio cuerpo-alma; la vida material sería del cuerpo, mientras la vida espiritual se forjaría en el alma. Incluso en algunos persiste la visión griega del cuerpo como prisión y enemigo del alma cuya vida espiritual tiene que liberarse de los condicionamientos y relaciones corporales.

Pero en la visión bíblica el ser humano es cuerpo y alma, como un todo, puede ser enteramente vivificado por el espíritu de Dios. El cuerpo es la persona humana vuelto hacia los demás y en relación con ellos; en esta relación individualista o solidariamente. Según el mismo San Pablo en la segunda carta a los fieles de Corinto, en la resurrección también el cuerpo es transformado y entra en comunicación solidaria con todos y con todo, será “un cuerpo  espiritual. En esta visión bíblica debemos interpretar la distinción que hoy hace San Pablo: “los que viven según la carne y desean lo carnal; y los que viven según el Espíritu y desean lo espiritual.

Las palabras “carne y carnal” tienen aquí un significado peyorativo: instinto egoísta de cerrazón a la vida comunitaria. Lo explicita bien el mismo San Pablo en la carta dirigida a los fieles de Galacia: “Si vivís según el Espíritu, no deis satisfacción facción a las apetencias de la carne  que  son  contrarias a las  apetencias del  espíritu. Las obras de la carne ya son conocidas: idolatría, odios, discordia, celos, iras, rencillas, envidias. En cambio, fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Carne y espíritu no son equivalentes a cuerpo y alma. Designan dos actitudes y conductas en la forma de interpretar y tejer la existencia.

En su carta a los cristianos de Roma que hoy leemos, San Pablo recomienda que    nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud.  

Tu hermano resucitará

Es muy  significativo el relato  de San Juan sobre la resurrección de Lázaro. Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no da mucha importancia a la muerte física; no se apresura para ir a Judea donde está el pueblo de Lázaro; incluso aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Sin embargo es importante un detalle. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “mirad cómo le amada”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en  casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta.

En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá  para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.

Con este relato San Juan ya está remitiendo a la resurrección de Jesús. Su alimento ha sido hacer a voluntad del Padre y amar a los seres humanos “hasta el extremo”. Por eso, según el cuarto evangelista, su entrega por amor hasta dar la propia vida, ya es victoria sobre la muerte. Camino, Verdad y Vida para todos.

Y un detalle bien significativo. Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece;  Lázaro vuelve a la vida pero no está liberado de a muerte; se trata de una revivificación. En cambio, según el mismo evangelista, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.

En las tres lecturas somos invitados a dejarnos educir y trasformar por el espíritu de Jesús que anima nuestros huesos secos, nuestra vida que sucumbe a los fracasos; que nos saca del egoísmo y apetencias individualistas, que nos da confianza para superar el trance de la muerte física sorda y muda: el que creen en Jesucristo, aunque físicamente muera, entra en la plenitud de vida sin dolor ni muerte.

Es oportunidad para reflexionar como creyentes cristianos:

“El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Gracias al Espíritu, Jesús está dentro de nosotros como palabra de Dios que no pregunta: “¿Crees esto?”

En el panorama de mundo actual con tantos desastres ¿en qué fundamentas la esperanza o mirada confiada hacia el porvenir?

¿Hasta qué punto y en qué medida estás superando la crisis de fe o confianza  que hoy está sufriendo a comunidad cristiana?

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos, en la cercanía de la Pascua, pidamos a Dios que haga eficaces en nosotros los signos de su misericordia atendiendo nuestro clamor. Unámonos todos diciendo:

Infúndenos, Señor, tu Espíritu.

  1. Por la Iglesia, que ha recibido la misión de anunciar al que es la resurrección y la vida, para que siga llevando ese mensaje de esperanza a todos los pueblos de la tierra.  Roguemos al Señor.
  2. Por quienes rigen los destinos de los pueblos, para que no ahoguen los intentos de amor, justicia y fraternidad que surgen entre los hombres. Roguemos al Señor.
  3. Por los que sufren las consecuencias de la violencia, para que las lágrimas no se derramen en vano, sino que sean fermento en la construcción de un mundo más fraterno y pacífico. Roguemos al Señor.
  4. Por nosotros, para que, mientras caminamos hacia la Pascua recordando nuestro bautismo, nos dejemos convertir a Dios, que espera sin cansarse nuestro retorno a Él, y ayudemos en su regreso a Dios a todos aquellos que han endurecido su corazón. Roguemos al Señor.

 

EXHORTACIÓN FINAL

Que tu copiosa bendición, Señor, venga sobre nosotros, tus fieles, para que cuantos con corazón arrepentido y humillado buscamos tu perdón, obtengamos con abundancia los bienes de tu misericordia. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.